ella
Llegó Mariana al lugar de los hechos. Siempre nada igual, a pesar de la engañosa ciudad. Calle larga con una cronología de deshabitantes. Y dice que será la que sigue. Y duda si sucederá. Pasan camiones, arrancan coches, anda gente y ella concluye que habrá que dejarse pasar, abrirse campo entre manos, carreras, almas y embotellamientos. Coincide con la peor Emilia en ir al mismo baño-misma hora en la universidad, y maldice la selección de su nomenclatura. El último día engañó a la coincidencia saliendo disimuladamente rumbo a los sanitarios del piso inferior. A las sorpresas nada mejor que una recepción casual, como comadres de toda la vida. A las desapariciones, el duelo necesario. Al surgimiento, el beneficio de la duda. Blanca y negra Mariana, que abre los ojos cada día y sabe que está con la dieta exacta de personas y un regimen atinado de miradas, mientras Africa espera.
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